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sábado, 15 de enero de 2011

Los pronósticos fallidos más resonantes de 2010



 
 

A principios del año pasado, la revista Newsweek impactó anunciando que la muerte de Fidel Castro tendría lugar en 2010. Pero aunque no goza para nada de buena salud, el dictador retirado sigue vivo y hasta ha recuperado la palabra. Este tipo de pronósticos son apuestas de riesgo, sin duda. También erró el diario británico Financial Times al anunciar que Brasil se llevaría la Copa en el Mundial de Fútbol, aunque compensó acertando con que Dilma Rousseff sería la nueva presidente de ese país.


No cualquiera puede ser profeta

El Comité Italiano para el Control de las Afirmaciones sobre lo Paranormal (CICAP) es una organización sin fines de lucro que promueve la investigación científica y la crítica rigurosa de esta clase de fenómenos. Al concluir cada año, hace una verificación de las previsiones formuladas al inicio por astrólogos y videntes a través de los medios de comunicación, con el fin de demostrar que "ni la astrología ni ninguna de las otras prácticas adivinatorias ayudan a prever el futuro".

La mayoría de las predicciones de 2010 estuvieron referidas a la economía y al Mundial de Fútbol, como es lógico, pero también hubo otros, como el de la separación -no verificada- de la glamorosa pareja que componen Brad Pitt y Angelina Joly.
El CICAP empieza recordando -no sin amargura- los pronósticos sobre el desempeño de su seleccionado nacional de fútbol en el Mundial de Sudáfrica, del tipo: "Italia dejará una buena imagen" o "Lippi tendrá este verano un bellísimo período". Entre los favoritos para ganar la Copa figuraban la Argentina, Brasil y Alemania, pero no España, que finalmente se la llevó. Con ironía, el centro comenta también los seudopronósticos, del tipo: "El cielo de Lippi y de la selección, aunque habiendo perdido puntos de fuerza del tránsito de planetas favorables no es inmune a los aspectos ligados a la buena suerte". "En suma, traduce el CICAP, si no ganamos, perdemos o de últimas empatamos".

También se burla de algunas previsiones obvias, como anunciar que "crecerá la actividad en Internet" y destaca otras muy osadas por lo estruendosamente erradas. "El cuadro astral del presidente de los EEUU, Barack Obama, es tal que sugiere un final imprevisto o trágico", incluso "una muerte en circunstancias anormales". Esas fueron las previsiones de Hassan al-Charni, conocido como el "Nostradamus árabe". Concuerda con éste, Raj Kumar Sharna, un astrólogo de Bombay, que ve "peligro para la vida (del mandatario estadounidense) y sólo 25% de probabilidades de supervivencia". La vidente Grazia Bordoni se muestra, en cambio, optimista sobre Obama, pero no por eso menos equivocada que sus colegas: "Debería tener un año, en general, positivo, sobre todo en el plano político".

Aunque reconoce el invicto del Pulpo Paul -que acertó todos los pronósticos sobre los resultados de los partidos de Sudáfrica 2010- el centro no explica la razón de este fenómeno. La astrología, concluye, es más un divertimento que otra cosa. Un juego al cual no tiene nada de malo entregarse. En efecto, ¿a quién no le seduce la posibilidad de conocer de antemano el futuro? Es una tendencia inherente al ser humano la de querer adivinar lo que vendrá -reduce la incertidumbre, afloja la tensión, ahuyenta los miedos- y no faltan los que aseguran tener poderes para ello. Pero la Historia está llena de vaticinios fallidos como para hacer de la predicción una ciencia exacta.

Ahora bien, no es lo mismo la adivinación que los pronósticos basados en el estudio de las probabilidades, las relaciones de causa efecto, las tendencias, las constantes, las observaciones previas, entre otros factores. Estos últimos suelen ser materia de expertos: sociólogos, economistas, politólogos e historiadores se han entregado frecuentemente a la tarea de deducir e imaginar el futuro cercano. Con suerte, dispar (ver nota relacionada).


El negocio de los anuncios catástrofe

Las predicciones pueden ser hobby, divertimento, instrumento de análisis, herramienta de la ciencia social... y también un negocio. Que lo diga si no el ex presidente estadounidense Al Gore, que se hizo millonario en tiempo récord presentando un documental catastrofista y dictando cátedra a lo largo y ancho del mundo sobre un tema en el cual está lejos de ser un experto: el cambio climático.

No fue el único negocio en torno a un anuncio catástrofe. Piénsese si no en los cientos de miles de vacunas contra la gripe A que adquirieron, pero no usaron varios gobiernos, como el de Francia, por ejemplo.

La década que acaba de concluir se abrió con un anuncio dramático de fecha exacta: el colapso de las computadoras el 1º de enero de 2000. El milenium bug o Y2K tendría lugar al no estar programadas las PC para reconocer el doble cero. Ríos de tinta y de dinero corrieron en torno al anuncio de ese desastre y la necesidad de prevenirlo. Nada pasó.

Aunque espectacular, no fue ésa la única vez que se exageraron las posibles consecuencias de fenómenos que sí tuvieron lugar, pero sin el impacto anunciado. El ya mencionado pánico internacional desatado por la gripe porcina, luego llamada gripe A y finalmente virus H1N1, estuvo determinado por el anuncio de que sería la más letal del siglo, pero finalmente fue la más benigna.

Y, como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, ya en 2006 se había agitado el fantasma de una pandemia con la gripe aviaria.



Pronósticos fallidos de la Historia

Un muy interesante artículo del diario italiano Corriere Della Sera recorre algunos pronósticos fallidos de la Historia demostrando que el error no es privativo de los adivinos. Un estudio encargado por el Club de Roma a Dennis y Donatella Meadows, publicado en 1972 con el título Los límites del crecimiento, los límites del desarrollo, se convirtió en best seller en veinte idiomas y en libro de consulta para todos los estudiosos de la sociología planetaria. ¿Su tesis? El crecimiento de la población, sumado al aumento del consumo, agotaría los recursos de la Tierra en poco tiempo. Algunas materias primas tenían, incluso, fecha de extinción: el oro, en 1981, el mercurio en 1985, el estaño en 1987, el zinc en 1990, el petróleo en 1992, el plomo y el gas en 1993.

Pero no fueron estos los primeros -ni los últimos- pronósticos errados.

En 1909, la revista Scientific American explicó por qué el automóvil había "alcanzado el límite de su desarrollo". En 1977, Ken Olson, presidente de la DEC, productora de servers, afirmó que no veía "ninguna razón para que alguien quisiera tener una computadora en su casa". Y Harry Bros, uno de los fundadores de la Warner Bros, dijo en 1927, cuando despuntaba el cine sonoro: "¿Quién quiere escuchar a los actores hablar?".

Para el rey Borbón Luis XVI, el 14 de julio no había pasado nada en Francia -así lo consignó en su diario-, aunque el proceso que se desencadenó ese día le costaría la cabeza poco después.

Carlos Marx pronosticó el derrumbe del capitalismo y se sabe cuántas decisiones trascendentes en la historia y costosas para la humanidad se tomaron en nombre de esa previsión.

La contracara de los anuncios fallidos son las catástrofes o cambios no previstos como los terremotos de Haití y Chile o la crisis del euro. De algunos de estos hechos se suele afirmar a posteriori su inexorabilidad como la crisis de 1930 o el ascenso de Hitler al poder. Algo así como la "adivinación" ex post facto o el no vaticinio.

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