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sábado, 20 de agosto de 2011

HACIA UNA CORRECTA INTERPRETACIÓN DEL APOCALIPSIS


1. El enfoque preciso

El tema del Apocalipsis no es simplemente el presentar una fase limitada del Reino de Cristo
en sus comienzos (como sugiere la escuela preterista), o al término del mismo (como hace la
interpretación futurista), sino abarcar de manera total y general, aunque ciñendose a las líneas
principales y las cimas más prominentes, la dinámica histórica del Reino desde la primera
venida de Cristo hasta la consumación final, cuando el Señor vuelva otra vez.
Este enfoque aprovecha lo mejor de las otras corrientes interpretativas: 1) la escuela
histórica; 2) la escuela de la continuidad histórica, y 3) la escuela del dinamismo histórico del
Reino.

2. Elementos aprovechables de la escuela histórica antigua

La escuela histórica considera el Apocalipsis como el libro que expone las principales etapas
y fases de la historia de la Iglesia. Este punto de vista apareció ya en los primeros siglos del
cristianismo. Los primeros escritores eran futuristas entonces, porque lógicamente no podían
ser otra cosa: la Iglesia acababa de iniciar su marcha Por el mundo; su expansión misionera y
las visiones del Apocalipsis estaban Justamente comenzando a cumplirse en aquel tiempo.
Creían, pues, que las cosas predichas empezaban a tomar cuerpo entonces, en espera de la
consumación final. Pero no eran absolutamente futuristas.
No creían que el Apocalipsis tenía que ver sólo con el final de los tiempos, sino con la
marcha de la fe a lo largo de los siglos hasta que el Señor volviese. Desde su perspectiva,
obviamente, consideraban que era poco lo que se había cumplido, porque la Iglesia daba sus
primeros pasos expansivos. Con todo, aquellos primeros creyentes estimaban que el mensaje
del Apocalipsis no pertenecía únicamente al final de este siglo. Lutero y los demás
reformadores, en términos generales, siguien esta escuela.

3. Variantes qne introduce la escuela de la continuidad histórica


La escuela de la continuidad histórica difiere de la anterior en que interpreta Apocalipsis
como si fuese historia sin ninguna ruptura, sin ninguna laguna, de manera continuada, sin
solución de continuidad y cubriendo todas las etapas sin fisuras desde la primera hasta la
segunda venida del Señor en gloria. Según este punto de vista, no habría distancias de tiempo
entre una sección y otra del libro: los sellos se seguirían cronológicamente en sus secuencias
(¿acaso no incluye ya el séptimo sello ―el último― a las siete trompetas que constituyen la
sección siguiente?); las siete trompetas siguen, una tras otra, describiendo cierto curso de
acontecimientos ininterrumpidos; y la séptima trompeta, la ultima, incluye ya, como dándole
paso, la próxima serie de eventos: los siete vasos. De manera que desde el primer sello hasta
la séptima copa 8:6, 7 -16:17-21) se nos ofrece un relato histórico sin interrupción, que va del
principio al final de la era evangélica. Muchos de los que sostienen esta interpretación estiman
que nos hallamos viviendo ahora la época de la séptima copa y que nos encontramos, por
consiguiente, cerca del final o consumación total.

4. La escuela del dinamismo histórico del Reino

La escuela del dinamismo histórico del Reino es llamada, a veces, también por algunos
«simbólica» o «espiritual»; o mejor: «escuela de la filosofía de la historia». Creo que le cuadramejor esta última denominación, o la de «escuela del dinamismo histórico del Reino», que no
las designaciones que pretenden tildar a esta hermenéutica de extremo simbolismo o
esplritualismo. Como veremos en seguida, no es así.

Esta escuela no toma el libro como si se tratara de la' narración, escrita por anticipado, de
toda la historia de la Iglesia ininterrumpidamente, sin faltar detalle, desde la primera hasta la
segunda venida de Cristo, como lo hace la interpretación anterior. La escuela del dinamismo
histórico del Reino considera el Apocalipsis «interesado en la amplia corriente que prosigue el
Reino, deteniéndose especialmente en sus momentos culminantes, hasta el gran climax de la
segunda venida» (Stonehouse).

Estas tres escuelas tienen esto en común: que consideran el libro como una narración que
abarca todo el curso de la historia del Reino de Dios en el mundo, y no solamente una de sus
partes o fragmentos. En favor de esta interpretación está el hecho de que se halla de acuerdo
con el resto del Nuevo Testamento y con el espíritu de los profetas del Antiguo. Los grandes
profetas de antaño no ofrecieron jamás a Israel un calendario de hechos limitado a un solo
punto de la historia, sino que casi siempre abarcaron con su mirada las altas cimas de los
cumplimientos mesiánicos futuros.

5. Esta escuela concuerda con el resto del Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento tiene una mirada especial para contemplar el futuro; lo hace desde
una perspectiva esca-tológica en la que al final siempre está la gloriosa esperanza del segundo
advenimiento de Jesús. Constantemente mantiene delante de nosotros la realidad de esta
próxima venida del Señor. Pero al mismo tiempo enfatiza la importancia de la encarnación y el
significado decisivo que tuvieron eventos tales como su muerte, resurrección y ascensión.
Estos acontecimientos fueron ―y son para nosotros― tan decisivos, que ellos señalan el
comienzo del «ultimo tiempo» (1.ª Cor. 10:11; Heb. 1:2; 9:26: 1.ª Jn. 2:18), los «postreros días»,
en los cuales el pueblo de Cristo se halla ya en posesión de la vida eterna y puede
considerarse sentado a la diestra de Dios, en lugares celestiales, juntamente con su Salvador
(Ef. 2:6).

En Mateo 28:18-20 se nos ofrece un claro testimonio de la naturaleza decisiva y el carácter
especial que iba a tener para nosotros la muerte y resurrección de nuestro Señor. Cristo
pretende en este pasaje estar investido de toda autoridad sobre todo el Universo, y sobro esta
base ordena la gran comisión misionera a sus discípulos. Al mismo tiempo les promete su
presencia hasta e! fin del mundo, es decir, hasta el tiempo de la consumación de estos «últimos
tiempos». En l.ª Corintios 15 tenemos también un esbozo de lo que será el perfecto Reino de
Dios en plenitud (espec. vers. 50-55), pero se enfatiza, al propio tiempo, que, mientras tanto.
Cristo es ya Rey en no menor grado que lo será al final. El pugna por imponer esta autoridad y
gobierno por medio de la dinámica de su pueblo y de su mensaje. El curso de esta epopeya
espiritual seguirá hasta que ponga al último de sus enemigos debajo de sus pies; la muerte
(vers. 24-26, 54). La muerte, último enemigo a vencer en el orden cronológico, será «sorbida en
victoria» cuando acontezca la resurrección de los muertos. Este es el énfasis que encontramos
igualmente en Apocalipsis, de acuerdo con el resto del Nuevo Testamento; un énfasis que
recae no sólo en los grandes acontecimientos catastróficos, apocalípticos (dando a esta
palabra el sentido teológico que tuvo en el judaismo tardío), que acompañarán al último acto del
fin de este «siglo», sino también en el establecimiento y preservación de la Iglesia, hasta tanto
que llegue dicha consumación final, y en la continua presencia y acción del Señor en la Historia
y en medio de su pueblo.

6. Perspectiva panorámica del Apocalipsis


Lo que acabamos de decir se comprueba ya desde la primera página del libro.
Comprobamos, en efecto, que Apocalipsis comienza con la visión del Hijo del Hombre. El Cristo
exaltado en el capitulo 1 nos ofrece la perspectiva correcta para todo el resto del libro. El Señor
se encuentra en medio de los siete candeleros ―la Iglesia―, y dice tener las llaves de ia
muerte y del hades. Esta visión de Jesucristo glorificado se encuentra estrechamente
relacionada con las siete cartas a las siete iglesias (caps. 2 y 3), pero sirve igualmente como
introducción a todo el libro. Que esto es así lo advertimos en el hecho de que las características
principales de la descripción del Señor en el capítulo 1 se repiten no sólo en los capítulos 2 y 3,
sino en el capítulo 19 (vers. 12, 15, 21). El Señor es, pues. Aquel que constantemente se halla
en medio de su Iglesia, y está exaltado sobre todo y sobre todos, con las llaves de todos los
reinos en sus manos.


En el capítulo 1 vemos que el Reino de Cristo está ya presente en los días de Juan, dado
que su pueblo puede decir: «Nos ha hecho un reino...» (así dice el original del vers. 6). Juan y
sus compañeros eran miembros de su Reino (vers. 9) y, sin duda, sus problemas futuros y el
curso de la historia de dicho Reino tenían que interesarles. En aquellos mismos momentos la
existencia del Reino parecía amenazada por las persecuciones del emperador. Para su
consuelo, el Señor mueve a Juan para que desarrolle en términos generales el amplio
dinamismo que el Reino va a tomar en e! futuro. Se le ordena que escriba «las cosas que has
visto, y las que son, y las que han de ser después de éstas» (1:19); palabras que parecen
indicar que el libro tiene que ver con la historia total del Reino de Cristo hasta la consumación
final. Apocalipsis mantiene así la gloriosa esperanza, pero al mismo tiempo enseña lo que
atañe a los presentes conflictos del cristiano. Le exhorta a que combata valientemente, y le
consuela con el pensamiento de que Jesucristo sigue siendo soberano y continúa sentado en el
trono. Así, el libro del Apocalipsis insiste en la tremenda importancia de todo cuanto Cristo va a
hacer en el futuro; pero asimismo enfatiza «las cosas que has visto» (lo que Cristo ya hizo) y
«las que son» (es decir, lo que el Señor está haciendo actualmente por medio de su pueblo en
el mundo).

Si el Apocalipsis se ocupa de la historia del pueblo de Dios, de la narración de los avalares
del Reino de Cristo en el mundo, ¿podemos entenderlo como «historia continuada», sin
interrupciones ni lapsos de ningún género?

Parece claro al final del capitulo 11 que no es así. En los capítulos 10 y 11, bajo la última de
las siete trompetas, se dice que «el tiempo no sería más» (10:6); y añade: «en los días de la
voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se
consumará, como é! lo anunció a sus siervos los profetas» (v. 7). Los creyentes son
recompensados, y los impíos castigados (cap. 11). No obstante, el capítulo 12 nos devuelve de
nuevo al primer advenimiento de Cristo: al nacimiento en Belén y, después, a su ascensión a
los cielos, con la que culminó su ministerio terrenal. El Prof. Kromminga, uno de los últimos
expositores de la escuela de la continuidad histórica, admite que aquí tenemos un retroceso en
el tiempo, una vuelta hacia atrás, a los mismos comienzos de la era evangélica.
De hecho, hay tantos casos de esta clase de «retorno», de «cuenta hacia atrás», de un
«regreso al pasado», asi como de recapitulaciones y también de anticipaciones, al igual que de
episodios aislados, que el punto de vista de la continuidad histórica, ininterrumpida, es del todo
insostenible. En realidad, todo sistema que intente encajar los detalles del libro dentro del
panorama de hechos históricos de un solo período, o de toda la historia sin rupturas y de
manera perfectamente continuada, está abocado al fracaso. Es lo que le ocurre tanto al
dispensacionalismo como a esta escuela de la continuidad histórica, lo mismo que al
preterismo. La misma diversidad de interpretaciones entre los adeptos de la escuela de la
continuidad histórica testifica en contra de ella.

El Apocalipsis presenta, en suma, el gran drama del conflicto de los siglos entre Cristo y supueblo, por un lado, y el diablo y sus seguidores (conscientes o no) por el otro. Cubre el
desarrollo de toda la Historia de la Iglesia, del fluir incesante de la dinámica del Reino, desde
los inicios de la era cristiana hasta el gran acontecimiento de la segunda venida.



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